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MATIAS PODESTA

Son tiempos difíciles, y el final de esto pareciera cada día ser aún más lejos.  Todos dicen que esto es el comienzo, sin embargo ¿no sentís que el tiempo y el significado de todo se detuvo? Agradezco la llegada del otoño, que sale el sol y llega la noche, sino pareciera que estamos viviendo en una gran obra de teatro.

Esto no es maldición de nadie, no es guerra química, es un virus que atraviesa nuestra tierra y día a día silenciosamente va provocando un desastre. Mientras tanto, estamos en cuarentena, algunos dicen que será hasta que se encuentre la vacuna ¿y eso cuándo?

Acá en casa, solo es silencio, a una calle nunca transitada, se le suma una ruta desolada. Desde las ventanas de casa, veo todo distinto, llegaron pajaritos que se habían ido por la tierra arrasada por tanto químico para la siembra. Ahora se ve todo hermoso, o quizás siempre lo fue y nunca lo aprecié.

Hace años atravesé momentos mentales dolorosos e insólitos. Era capaz de asociar cualquier cosa con otra. Pero leer en un artículo que el guano de  un murciélago contaminó la comida de un mercado y causó que buena parte del mundo se pusiera en cuarentena,  no resiste a cualquier estado mental de los que pasé.

Somos muchos en el planeta. Estamos hacinados, todo en manos de pocos y muchos en manos de pocos. Nada alcanza, ni el agua, ni la comida, ni la medicina.  Cualquier cosa puede desatar una pandemia en estas condiciones. La caca de murciélago, las ratas en las ciudades, o las uvas podridas de un viñedo.

Y en estos momentos todo se extraña. Extraño al padre que nunca tuve. A mi abuela que durante tantos años me cobijó, a mi hermana más pequeña, a mis amigos y a esos que por algún motivo cuando los veo, les doy un abrazo Ya que ahora el tiempo es otro pienso desde todo desde otro lugar ¿no les parece alucinante que la muerte, la enfermedad y el amor siempre estén siendo algo nuevo? El otro día leía un artículo que estábamos bajo amenaza de un meteorito. Pero pienso que la cuarentena es más impactante que la caída de un meteorito. Estamos hechos para ver desaparecer a los primates y para enfrentar a la muerte, a la enfermedad y al amor, como si hubiéramos nacido ayer.

La caca de murciélago lo arruinó todo, pareciera que nos vampirizó la realidad. Por eso, quedémonos en casa y evitemos el contagio. Guardémonos las ganas de abrazar, para que cuando llegue el día uno de la libertad, podamos abrazar a todos e incluso a la vida.

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